No te he contado que lleva tacones de aguja, porque es la única marca que quiere dejar en los hombres. Esa y quizá la de su carmín pulcramente pintado.
No te he contado que se esconde entre maletas porque no se quiere ir, y que en ocasiones sonrie, pero sólo por cortesia.
Tampoco te conté que pasó horas despierta esperándote llegar, con los tacones de aguja puestos para no perder sus principios, y el carmín medio borrado de morderse los labios, esperando a que el otro medio se lo quitaras tú.
No te he contado que no durmió esa noche, ni las tres siguientes, aunque ya sin tacones puestos.
Tampoco sabrás que ahora es tarde y ya no se pinta los labios, encontró a alguien que se los deja rojos a besos y la coge en brazos si quiere hacerlo.
Y ahora que ya sabes la verdad, la has perdido.
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