Ya nadie habla de mi blog y de mis letras. Tus letras. Ya nadie habla de lo bonita que es Madrid y lo salvaje que se vuelve de noche. Nadie habla del malavarista con fuego de la rotonda de Carlos V, de lo bien que se ve Gran Vía desde Callao, ni de lo corto que es el camino de Sol a Moncloa.
A nadie le dan las gracias diciendo "perdona, se te ha caído una sonrisa", pero yo las ando recogiendo, para no perder el camino de vuelta a casa.
Ya no se oyen pequeños gritos en la puerta del Sol, ni gemidos ahogados en los baños.
Ya nadie sabrá cómo acaba la historia de las niñas que controlaban el tiempo, que alegraban miradas.
Tampoco se habla de la ilusión de la cabalgata, y lo bien que sabe la canela cuando se tiene sed de besos.
Ni de las sorpresas escondidas, ni del calor que hace bajo tu edredón y el frío de tu terraza. Qué poco se habla...
Y no he vuelto a oír al cuarteto de cuerda, ni al cantautor de Plaza de España. Ni ese "ya te enseño yo Madrid" después de estar en su cama. Y así quién quiere conocer el mundo si había conquistado su espalda.
Y te echo de menos y no soy yo, es cada rincón de esta ciudad, que lleva tu nombre. Eras la más veloz del Retiro, y la más callada de cualquier museo, la que más gritaba en cada manifestación y la sonrisa traviesa cada noche. Eras las luces del cartel de Schweppes, que se ha quedado parado esperando a que lo vuelvas a fotografiar. El viento que levantaba mi camiseta en aquella terraza y una escritora del barrio de las letras.
La chica de los cascos y la sonrisa puesta, que camina derrochando libertad. Me enseñó a volar.
Y ya ves, al final me aprendí el nombre de cada rincón, y cómo no hacerlo si el mapa de esta ciudad está en tu cuerpo.
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