No hace falta más silencios que el que se escucha entre tu boca y la mía.
Mirar hacia otro lado, hacerte la fuerte en un mundo de débiles para intentar, así, poder resistir a la tentación de ser aún más feliz, de tirar por tierra todo aquello que se dijo sobre que la felicidad no existía.
Mirar hacia el cielo y saber que somos seres insignificantes para algo llamado universo, pero aún así sentirse grande. Volar sin alas, sin drogas, sin coger carrerilla.
Porque son los enfados los que me hacen sonreír con mayor fuerza, los que me hacen gritarle al mundo que soy feliz. Son las lágrimas las culpables de que aproveche cada minuto a tu lado, sabiendo que no habrá otro igual, estrujándolo y haciéndolo único.
No quiero sonreír mientras mi corazón sabe que no es verdad, mentirme a mi misma, quiero sonreír de manera diferente cuando me dices te quiero que cuando me dices quédate conmigo. Quiero inventar sonrisas para darte las gracias por cada minuto de tu tiempo invertido en verme más feliz.
Porque tú y yo somos dos seres microscópicos en el universo, pero solo tú y yo somos inventores de sonrisas.
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