Me he dado cuenta que si a alguien no le entro por tus esquemas no merece llamarse alguien, sólo persona.
Y he descubierto que hay principios que no terminan nunca y son los tuyos. En mí. Y ojalá me entiendas cuando digo que no sé si me duele más verte en otros ojos o no verte. No verme. Que me miren y no me encuentre, y no saber si es que me he ido o es que sólo tú tenías el espejo de mi alma.
No quiero saber los porqués de este desastre, pero quiero que me vuelvan a mirar así, y fíjate, ya ni exijo que sean tus ojos.
He dejado de dolerme para ver si así sonrío, y mira, de oreja a oreja me cabe hasta la pistola que usaré para destruir a todos aquellos que me dejaron sin hacer.
Odio esta asquerosa distancia de inseguridad que me mantiene muerta, aún.
Puede que la abeja reina no tenga ni idea de que lo es y simplemente se acostumbra a la rutina. Quién sabe si ella quiere serlo. Quién sabe si aún no te has ido y esta ausencia es sólo rutina y no recuerdo. Quizás no sea yo la única que te echa de menos y este ruido también añora volver a ser sonido y no molestia.
Yo qué sé, pero hoy mi lista de la compra estaba vacía de comidas tachadas y después he perdido mi tiempo yendo a hacerla. Y he cocinado. Sobre la encimera. Hacía tanto tiempo que no lo hacía. Al menos la comida, que sí estaba buena, no como aquel día.
Y después de tres horas, estoy aquí. Hay un mosquito que se me ha comido por las patas, y he tenido que arrancar una margarita porque alguien había cometido el error de deshojarla sin arrancarla si quiera. La agonía de un "sí me hiere" robado de otras manos. Ya sabes que soy muy de ponerme en el lugar del otro. Y, joder, el lugar ahora está vacío. Pero ya lo lleno yo con mi par de corazones y mis pasos dobles, en los que siempre te piso.
Y hoy no me aguanto ni yo, pero parece un buen día para dolerse y una buena noche para poner punto y final a este texto.
Buenas noches erre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario