Sobrevaloramos el miedo y le mordemos.
Las miradas, el dinero.
Sobrevaloramos a quien lo tiene todo tras un cajero, quien esconde la mano para robar y te acaricia con ella luego.
Sobrevaloramos los te quieros que se dicen con la boca, las bocas que te gritan, los gritos con sonrisas.
Sobrevaloramos el chocolate, el hambre y las prisas, confundimos el dolor con la muerte, cuando, en realidad, es vida. Saltamos, bailamos, follamos y gritamos si nos lo quitan.
Comemos con el hambre de otro que no quiere comer. Compramos con la exigencia de quien lo tiene todo...y no nos da nada. Pagamos con nuestro dinero de mañana, dormimos sin ganas, desayunamos un café con dos tostadas por si después el cuerpo no nos aguanta. Nos levantamos por costumbre y no por necesidad. Nos faltan ganas.
Ganas de golpear la mesa bajo el grito de ya basta, lavarnos la mirada y no los ojos, cada mañana. Desvestirnos el alma con lo primero que encontremos en el armario. Quitarnos la ropa de gala.
Vomitar verbos como necesitar, comprar, morir o ganar. Empezar a vivir y a bailar por la calle, comer con las manos y dejar la educación en las de otros. Sonreír con los dientes descolocados y hacer ruido al beber.
Tocar, sentir, soñar, vivir, porque sí, ya se ha perdido.
Sobrevaloramos lo que he escrito. No me deís la razón como a los tontos, a mí dadme gritos.
jueves, 18 de septiembre de 2014
Alza tu voz y grita
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