Supongo que esto es todo. Me han bastado tres intentos para darme cuenta de que la pistola ya no podría matarme, estoy demasiado muerta como para pedirte que te quedes.
He aceptado un no por respuesta y te di por vencida antes de tiempo. No quiero llevar flores a mi propio funeral.
Tengo grietas en los ojos de tanto callarme las lágrimas, aunque tienen poco más que decir.
Quiero comerte la boca antes del próximo incendio. Y la verdad es que esa será la consecuencia.
Hace demasiado frío como para no buscarte.
Hace demasiado calor como para no encontrarte entre mis piernas.
Sexo por placer, contigo. A solas es la rutina de buscarte y encontrarte husmeando entre las sábanas. El luto de los domingos pintándote los labios de rojo y volviendo a casa sin que se haya corrido. Nadie.
Tienes unos ojos que me advertían que debía mirarte el culo. Pero siempre he jugado a ser suicida, la vida no vale demasiado cuando demasiado nunca es bueno. Y qué mejor forma de matarse que morirse.
Y tuve tantas ganas de arrancarte la ropa en aquel baño que solo me salió sonreír mirando al suelo. Cobardía en forma de sociedad. Y unos ojos que no son capaces de decirte las mentiras que te debo.
Pero recuerda, también soy suicida y antes de matarme en otro intento prefiero lo seguro de tus manos.
Y que me acusen con el dedo, pero que sea por un delito en el que, aunque sea en tu boca, me haya jugado el cuello.
lunes, 20 de octubre de 2014
Tres, dos, uno... Bang.
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