Nos encontramos en el punto - y no sé qué sigue a este signo-. No has llegado y ya te has ido.
O tal vez no. O sí.
Deambulo entre quizás que se vuelven lianas donde columpiarse, mientras no me queda más fuerza que mis brazos.
Vas a dejarme caer... Y me encantará verlo.
Vivo en un constante mañana lleno de relojes que me dicen cuándo hacer qué. Y ese momento no llega nunca.
Miedo.
Tengo que soltarme y saltar. Ya habrá tiempo de que no lo haya. Mi cabeza me grita que no le haga caso, a ver quién sabe enfrentarse al demonio disfrazado de ángel y que estos dos en realidad no se lleven tanto.
Dame una razón y saco fuerza de debajo de mis ideas. Solo me basta con un grito de silencio para pedirme que me quede.
Aún hay algo más. Si no, ¿a qué viene esa sonrisa leyendo esta pregunta? Haz como que no lo has entendido que yo te repetiré mis monstruos.
Y para qué queremos más. Pues hay veces que más tampoco es tanto.
martes, 28 de octubre de 2014
Tal vez sea tarde. -Nadie dijo nunca para qué-
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