lunes, 17 de noviembre de 2014
Wonderland
Las frases rebotaban en mi cabeza mientras corría a contrarreloj tras el tiempo. De vez en cuando se giraba y me miraba como queriendo burlarse de mi fatiga, y yo no hacía más que enfadarme conmigo por no lograr alcanzarle. Y gritarle, no dejaba de gritarle.
Desapareció ante mis ojos y le seguí a tientas.
Intenté hacer aquello de lo que alardean los adultos y jugué a ser mayor, pero mientras lo hacía me gritaron que no tenía edad para ello. - El tiempo cada vez corría más deprisa, apenas le veía- Intenté volverme pequeña y regular tanto desacierto. Volví a fallar. Debía saber más cosas para mi edad.
Temí no saber decir que no. Era tan tentador lo que me ofrecían que corrí asustada de mi misma. El mundo está hecho para niños que solo juegan a dejar de serlo.
Vi manos señalando a alguien que no era yo, me gritaban cosas que no entendía. Se contradecían. Hacían todo lo que se supone que me prohibían. Todos estaban dementes y les miraba asustada "debes saber que las mejores personas del mundo no están cuerdas".
"Demasiado pequeña para jugar a ser mayor. Demasiado mayor para ser niña" Esa frase resonaba en mi cabeza una y otra vez.
Perdí de nuevo al tiempo. Escuchaba voces que me decían que todo lo que aprendiese ahora ya no lo olvidaría. Pero para mí aquello carecía de sentido. Solo buscaba encontrar a la que mañana quería ser ayer.
Miré hacía los lados. Me había perdido. Comencé a respirar deprisa, ¿y ahora qué? Mi instinto siempre me decía lo contrario. Nunca me dejaban seguir a aquello que llamaban intuición, así que con el corazón en un puño y la cabeza en el otro jugué al azar y arriesgué. ¿Se puede saber dónde quieres ir, niña? Me dije. No supe qué responder, supongo que me importa poco el final, siempre que llegue a alguna parte.
Caminé sobre mis pasos y encontré el camino. Entendí que había sido mala idea al instante. Vi a decenas de personas abalanzarse sobre mí, al intentar desafiar unas leyes que ni si quiera comprendía. Yo no podía perder más tiempo. Les miraba intentando entender qué decían, me apuntaban con sus lanzas y yo no hacía más que volverme pequeña a sus ojos, hasta parecer insignificante. Los gritos cesaron, creo que buscaban no encontrarme, volverme diminuta para el resto. Que mi voz y mis actos no tuviesen sentido. Me juzgaron como a un adulto por querer serlo y de repente me volví a tropezar con el tiempo. Me detuve en seco.
- ¿Se puede saber dónde te metías? - Le grité. Me miró un segundo.
- Llego tarde -Me respondió.
- Quiero ir contigo. - Él sonrió.
- Te has vuelto loca, niña. - Y se esfumó deprisa.
Comencé a llorar desconsolada. De repente abrí los ojos.
-¿Se puede saber en qué mundo estabas, Alicia?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario