Aquel día todo estaba oscuro, incluso sus ojos que se tornaban azul cielo cuando creía ver un espejismo. Yo le miraba incrédula, sin dejar un solo detalle sin digerir.
Entornaba los ojos y me preguntaba cuestiones que nadie debería plantearse, yo contestaba como si ya lo hubiese hecho antes.
Ladeaba ligeramente la cabeza intentando entender, pero miraba hacia otro lado deprisa, quién sabe si la dirección de su cabeza no le influía a la hora de prestar atención a mis palabras.
Yo continuaba, regalándole esa atención que pedía a gritos y nadie le daba.
Me afirmó que no le gustaba la música clásica que sonaba y yo con una sonrisa expliqué que a mí me relajaba. Y al resto de niños que dormían en aquella habitación.
Me dijo que le gustaba tocar la batería y el rock.
Le pregunté si conocía a Beethoven. Negó con la cabeza y escuchó.
- ¿Sabes que se quedó sordo? Componía música con la vibración de su piano.
"Oh" contestó alzando las cejas, como siempre mirando hacia otro lado.
- ¿Y por qué no le curaron?
- Supongo que no se podría curar.
- Así que... Era una enfermedad de las difíciles. - Sonreí para mis adentros, qué sencillo lo describía.
- Sí, algo así.
Nos quedamos en silencio. Él miraba a cualquier sitio en el que ni si quiera me había percatado. Yo le miraba a él, en el que nadie se había percatado.
Seguramente si se lo contaba a quien decía conocerle no me creería, con lo que él era... Ese niño que nadie es capaz de hacerse con él.
Y en dos minutos se había hecho conmigo...
Saqué el teléfono y marqué letras al azar queriendo contestar algo coherente.
Respiré.
- ¿Y los niños por qué se duermen?
- Son pequeños.
- Voy a despertarles - Tomó aire
- Espera, ¿me ayudarás a hacerlo luego? Pobres, que están cansados ahora y tienen sueño. - Pareció convencido.
- De acuerdo.
- Mi color favorito es el marrón, como el barro. - Me reí y me miró sin entender nada.
- Pues el mío el naranja.
Cuánto le admiraba, decía y hacía lo que sentía... Qué privilegio tan mal valorado.
De nuevo miré al teclado.
- ¿Con quién hablas? - Me sorprendió distraída.
- Con mi madre - no mentía - ¿sabes qué pasa? - Me miraba atento, como intentando ver más allá de mis ojos, ni si quiera pestañeaba. - Mi abuelo está muy malito en el hospital - me arrepentí en seguida de aquel diminutivo, pero ni yo era capaz de decirlo de otra forma en voz alta.
- ¿Se curará?- Contestó.
Negué con la cabeza, - No lo creo. - Se me encogió algo en el pecho.
Se detuvo el tiempo, él movió los ojos hacia el cielo y luego a un lado se detuvo. Me quedé callada. Giró la cabeza y se topó con mis ojos, tal y como buscaba, los entornó y en un suspiro pasé a escuchar el mejor "lo siento" que jamás me dirían.
- Así que es de las difíciles...
Y ya pude llorar tranquila.
Joder, la vida... Qué maravilla...
sábado, 22 de noviembre de 2014
Ángeles.
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Awww que lindo me encanto. <3
ResponderEliminarEsperando con ansias a ver que sucede con el abuelo de la chica barro y el chico rockero.
Pues se fue al cielo...y si hubieses podido ver a ese chico...los pelos de punta. :)
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